Mallorca también cuenta con su particular finis terrae, un pequeño "fin del mundo" ubicado al nortee de la isla, en la alargada y abrupta península de Formentor. Imposible imaginar un viaje a Mallorca sin dejarse caer por este espectacular lugar donde se conserva intacto el espíritu del Mediterráneo más salvaje y puro.
Esta península de unos 20 kilómetros de longitud prolonga las alturas de la Serra de Tramuntana hacia el noreste, antes de desplomarse en el mar desde altos acantilados. En su extremo se levanta el Faro de Formentor, al final de una carretera larga y sinuosa.
Para llegar al faro hay que tomar la carretera que parte desde el Port de Pollença y empezar el ascenso a través de paisajes naturales impresionantes. En el camino, vale la pena detenerse en el Mirador den Colomer (primera imagen) y un poco más adelante en la playa de Formentor (segunda imagen), una de las más bonitas de la isla y conocida por sus aguas siempre transparentes.
Antes de llegar al final, todavía nos podemos detener a contemplar las aguas color turquesa de Cala Figuera, a la izquierda de la carretera, a la que se llega a pie después de un descenso de diez minutos por un sendero de montaña.
Al final del camino, el faro. El viento sopla siempre con fuerza en el último rincón de tierra de Mallorca, desde donde el Mediterráneo parece infinito. Nada mejor que sentarse a disfrutar de un refresco en la pequeña cafetería del faro y admirar toda esa belleza.
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