Al norte de Mallorca se encuentra una montañosa y escarpada península de 12 kilómetros de longitud. Una panorámica carretera sinuosa nos permite llegar hasta su extremo, donde se levanta el poderoso Cabo Formentor, después de disfrutar de algunos de los paisajes más bellos e impresionantes del Mediterráneo.
Para emprender la aventura nada mejor que buscar hoteles en el Puerto de Pollensa, uno de los enclaves turísticos más especiales y encantadores de la isla desde donde parte la carretera que trepa por la montaña hacia Formentor.
Pero antes de empezar a encontrar miradores de ensueño y acantilados sobrecogedores sobre un mar siempre azul, vale la pena detenerse en la Playa de Formentor, que se cuenta entre las más bellas de Mallorca y donde se construyó el primer hotel de cinco estrellas de Baleares.
Hay que detenerse en el mirador de la Creueta desde donde se contempla el faro y el islote de Colomer, una de las postales típicas de la isla, y también en el de Albercuix que nos ofrece una vista de lujo sobre la bahía de Pollença. Si hay tiempo, vale la pena dejar el coche y descender montaña abajo hasta Cala Figuera, donde están las aguas más azules y cristalinas del norte de Mallorca, una cala virgen de extrema belleza.
Al final de la carretera aparece el imponente faro, construido entre 1860 y 1863 para acabar con los naufragios que sucedían con demasiada frecuencia en el canal de Menorca. La carretera que hoy conecta este remoto paraje mallorquín con el resto del mundo se construyó en 1951 y está considerada un gran logro de la ingeniería de la época.
A los pies del faro, con el viento de Tramuntana soplando sin piedad, uno no puede evitar pensar que se encuentra en un lugar especial donde la naturaleza aun no ha sido dominada por el hombre. Desde aquí en los días despejados se ven recortadas las costas de Menorca.
Pero antes de empezar a encontrar miradores de ensueño y acantilados sobrecogedores sobre un mar siempre azul, vale la pena detenerse en la Playa de Formentor, que se cuenta entre las más bellas de Mallorca y donde se construyó el primer hotel de cinco estrellas de Baleares.
Hay que detenerse en el mirador de la Creueta desde donde se contempla el faro y el islote de Colomer, una de las postales típicas de la isla, y también en el de Albercuix que nos ofrece una vista de lujo sobre la bahía de Pollença. Si hay tiempo, vale la pena dejar el coche y descender montaña abajo hasta Cala Figuera, donde están las aguas más azules y cristalinas del norte de Mallorca, una cala virgen de extrema belleza.
Al final de la carretera aparece el imponente faro, construido entre 1860 y 1863 para acabar con los naufragios que sucedían con demasiada frecuencia en el canal de Menorca. La carretera que hoy conecta este remoto paraje mallorquín con el resto del mundo se construyó en 1951 y está considerada un gran logro de la ingeniería de la época.
A los pies del faro, con el viento de Tramuntana soplando sin piedad, uno no puede evitar pensar que se encuentra en un lugar especial donde la naturaleza aun no ha sido dominada por el hombre. Desde aquí en los días despejados se ven recortadas las costas de Menorca.
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