El minibar de la habitación es uno de los grandes clásicos de los hoteles: está ahí, con sus tentadoras ofertas de bebidas y snacks, pero todos sabemos que hay que evitarlo en la medida de lo posible, porque los precios son mucho más caros de lo normal.
Pero aunque hoy son un elemento habitual en hoteles de cierta categoría, el minibar no siempre ha estado ahí. El invento nació como gran novedad en los años 60. El pionero en este campo fue el Hotel Hong Kong Hilton, que inauguró una moda que dio el salto primero a Estados Unidos y después al resto del mundo.
Todos hemos sucumbido alguna vez a la tentación y hemos consumido algo del minibar. Ya sabemos que después toca pagar, aunque hay algunos clientes que intentan evitarlo con trucos tan cutres como rellenar con agua las botellas de alcohol.
En cambio, si no te importa pagar un poco más, el servicio que ofrece el minibar es sensacional: es rápido y cómodo, y ofrece un momento de relax después de un día ajetreado (sobre todo en los viajes de negocios o de trabajo), o una solución para aplacar el hambre y la sed cuando no hay ganas de vestirse y bajar en busca de un restaurante o una cafetería.
Como alternativas al minibar, muchos hoteles ofrecen un calentador de agua con una bandejita de bolsas de té, azúcar y leche. También existe la opción de una cafetera de cápsulas. La idea es la misma: un pequeño lujo que será muy apreciado y agradecido por parte de los huéspedes.
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