Mirador del Río, al norte de Lanzarote |
Si no te gusta el frío no lo dudes: huye de él, busca un vuelo y lánzate a la fantástica aventura de un viaje a Lanzarote. Aquí no solo vas a poder disfrutar de una temperatura privilegiada sino que también te quedarás fascinado por la explosión de colores que encontrarás a tu alrededor y otras inesperadas sorpresas.
La esencia volcánica de Lanzarote
Un paisaje desolado y bello: viejos cráteres volcánicos modelados por las olas del Atlántico, coladas de lava petrificada que adquieren caprichosas formas, géiseres y fumarolas del Parque Nacional de Timanfaya, una roca negra y sin embargo fértil en la que crecen las viñas...
Cualquiera que visite Lanzarote se dará cuenta en seguida que se trata de un destino completamente diferente al del resto de las Islas Canarias. Del "infierno en la tierra" de Timanfaya a las placenteras playas de arena fina del sur, en Playa Blanca, o la belleza sencilla de la Isla Graciosa, a la que se llega en barco cruzando el brazo de mar que los isleños llaman "el río".
Lanzarote y César Manrique
El hijo más ilustre de Lanzarote es el arquitecto César Manrique, responsable de la planificación urbana en la isla en la década de los años sesenta. Es por él que las casitas blancas lanzaroteñas no exceden los dos pisos de altura y mantienen una estructura similar, como apreciamos visitando el hermoso pueblo de Yaiza.
Pero el verdadero genio de Manrique se manifiesta en lugares tan espléndidos como El Jardín de Cactus con miles de fantásticas especies o los Jameos del Agua, un increíble entramado de galerías y cuevas volcánicas habilitadas para su visita. Allí se encuentra la Cueva de los Verdes, hoy convertida en museo, donde el propio artista vivió.
Todo eso te espera en Lanzarote. Un auténtico paraíso lleno de sorpresas en el que no existe en invierno.
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