La más oriental de las Baleares, la bella y salvaje Menorca, es una isla muy distinta del resto de sus hermanas. Allí no hay apenas montañas que la protejan del castigo de los vientos de Tramuntana, por eso cuando llega el invierno es batida sin piedad por el soplo incansable que llega del norte. Por ese motivo son muchos que se refieren a ella como "la Isla del Viento".
No es un mito: el viento sopla en Menorca con más fuerza e insistencia que en el resto del archipiélago, lo cual influye en el clima y la vegetación de la isla. Y, según dice, también en el carácter de sus habitantes, aunque eso sea probablemente un tópico malintencionado.
Magia menorquina
Es cierto que este viento puede llegar a ser molesto para quienes no están acostumbrados a él. Sin embargo, también es cierto que otorga a la isla un encanto peculiar, especialmente en invierno, cuando mece los árboles en los acantilados del norte de la isla, azota los faros o riza las aguas de las bonitas playas de la costa sur.
Esta atmósfera mágica menorquina nos invita a explorar la isla, a perdernos por los caminos rurales y también a sumergirnos en la fascinante aventura de descubrir los impresionantes yacimientos arqueológicos de Menorca, esas taules y navetes levantadas con piedras milenarias que resisten a lo largo de los siglos a la furia del viento de la tramuntana.
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